marzo 26, 2016

Nadie encuentra su camino, sin haberse perdido varias veces

¿Cuántas veces te has perdido a lo largo de tu vida? Todos hemos elegido en alguna ocasión un sendero que nos trajo más sinsabores que placeres, Más errores que sabiduría. Ahora bien ¿es necesario asumir estas experiencias como equívocos, como errores? En lo absoluto. 


No te permitas asumir como equívoco una determinada etapa de tu vida. Toda experiencia es aprendizaje, tus actos no son errores, sino vivencias que debemos asumir para que en el siguiente paso, nuestro, pie, nuestra alma y nuestra esencia vital, nos lleve al sendero más adecuado.
No te permitas ser esclavo de tus fracasos del pasado, nadie encuentra su camino a la primera porque ninguno de nosotros venimos a este mundo con un mapa que nos salve de cada obstáculo… ¿Qué sentido tendría entonces esta vida?
Déjate llevar, fluye, experimenta, permítete equivocarte.


Tu camino es reflejo de tu crecimiento.
Empezaremos sugiriéndote un pequeño ejercicio. Coge una hoja en blanco y traza una linea recta. En el extremo izquierdo sitúa una fecha: enero del 2000. En el final de esta linea, pon la fecha de hoy.
A continuación, con serenidad y calma, visualiza todo ese recorrido.
¿Piensas que ese trascurso de 15 años ha sido realmente una linea recta? Seguramente no.
Ahora, en la parte superior, ve trazando con flechas esos eventos positivos que han sucedido a lo largo de estos años. En la parte inferior, señala ahora esas vivencias no tan amables.
Observa una vez más con calma nuestra linea de la vida, e intenta ser lo más sincero que puedas contigo mismo: De esas vivencias negativas, tristes o frustrantes… ¿qué aprendizajes te han aportado? ¿Alguno de esos hechos negativos te ha ayudado a dar pasos hacia esos aspectos positivos?
Nuestro camino, y esa linea recta que has dibujado con un intervalo de tiempo determinado, es fiel reflejo de nuestro crecimiento interno. Hay muchas cosas que habrán cambiado en ti. Seguramente, algún error cometido te hizo ser ahora más prudente y abrir las puertas más adecuadas de tu vida.
Ten en cuenta que todo fracaso, que toda pérdida o desilusión, lejos de encallarnos en este mar de la vía, debe embestirnos con fuerza hacia nuevos horizontes. No pongas piedras en tu interior, no te hundas ante cada error. Porque no son errores, sino puentes a nuevas oportunidades.
Qué hacer cuando nos sentimos perdidos
Es probable que en este momento de tu vida, te sientas perdido. Son esos instantes en que acaba de romperse, de algún modo, el vínculo que teníamos con el mundo y, en cierto modo, la confianza en nosotros mismos.
¿Qué propicia este tipo de sensaciones? ¿Qué hace que en ocasiones nos sintamos perdidos?
Crisis personales o existenciales. Diferencia entre lo que esperábamos y lo que tenemos frente a nosotros.
Decepción emocional: un fracaso sentimental, vacíos a nivel de familia al vernos apartados o poco valorados, distancia con ciertos amigos…
Problemas laborales, ahí donde nuestros esfuerzos, ideales y preparación personal no nos sirve para poder vivir con dignidad.
Sensación de indefensión personal al dejar que una tristeza inexplicable nos envuelva. Son momentos en que uno no puede explicar muy bien a qué se debe el desánimo.
Si es así como te sientes, o percibes que no sabes qué camino tomar en la actualidad, reflexiona unos instantes para salir de tu laberinto personal:

1- Concibe la situación que vives y sientes como algo temporal. Ningún dolor es eterno ni ninguna infelicidad se estanca de modo indefinido en nuestro corazón. La vida fluye y se mueve cada día, debes permitirte formar parte de ese movimiento. Si te quedas quieto, quedarás encallado y te hundirás. Avanza.

2- Pon límites a los pensamientos negativos, no les permitas alborotar en tu día a día. Prohíbe que en tu mente surja el “no puedo”, “yo no sé, “yo no voy a poder con esto”, “yo nunca voy a volver a…”

3- Movimiento para volver a encontrarnos. En este momento no sabes qué rumbo tomar, y aún más, te sientes presionado, asfixiado. Recuerda ante todo que solo tú eres capitán de tu destino, y tú tienes el timón para orientar el cambio en tu vida. Si te notas perdido, tal vez sea el momento de arriesgarte.

4- No te apegues al sufrimiento, a la pérdida o la desilusión. Asúmelo, acéptalo y  avanza.

Solo tú eres el artífice del camino que cada día construyes. Es un camino lleno de múltiples senderos, unos acertados y otros que es mejor dejar atrás. El recorrido por todos ellos es el que te aportará SABIDURÍA.


Caracas, Marzo 26 de 2016

marzo 21, 2016

El mejor aprendizaje: La propia experiencia

“La experiencia es algo que no consigues hasta justo después de necesitarla”
-Sir Laurence Olivier-


La experiencia propia es el mejor vía para aprender, ya que, de otra forma, no sería nuestro aprendizaje, sino el de las personas que vivieron la experiencia. Solo a través de las vivencias, reconociendo los errores y los fallos, podremos sacar nuestras propias conclusiones para seguir adelante.

Aprender es avanzar y crecer, sin que nada ni nadie nos frene, evitando las dificultades y los obstáculos, reflexionando acerca de los fallos y superándolos. Vivir es experimentar, y  esto forma parte de nuestra esencia humana, y de nuestro instinto.




Nadie nace aprendido
Podríamos decir que la vida es un camino de aprendizaje, y que por tanto, la única manera de superarlo es viviendo. Nunca aprenderemos a través de la experiencia de otros, a pesar de su consejo, su insistencia y su guía educativa.
El ser humano es mamífero que nace más desprovisto de estrategias de autonomía e independencia. Es cierto, que al nacer dependemos de los adultos para sobrevivir, aunque también es cierto que de forma instintiva e impulsiva buscamos tener nuestras propias experiencias para aprender, y por tanto, para crecer.

Aprendizaje significativo y aprendizaje por descubrimiento.
El aprendizaje por descubrimiento es aquel que se desarrolla al descubrir el  mundo por uno mismo y siempre basado en la propia experiencia. 
Por otro lado, el aprendizaje significativo es aquel que se adquiere en base a los conocimientos ya adquiridos, ya que lo nuevo cobra sentido y significado al relacionarse con los conocimientos que ya disponemos.
El ser humano es mamífero que nace más desprovisto de estrategias de autonomía e independencia. Es cierto, que al nacer dependemos de los adultos para sobrevivir, aunque también es cierto que de forma instintiva e impulsiva buscamos tener nuestras propias experiencias para aprender, y por tanto, para crecer.



© Yngrid
Marzo 21 de 2016



marzo 12, 2016

He hecho las paces conmigo...



Por mucho tiempo me sentí infeliz.  Me miraba al espejo y no me gustaba el reflejo que veía, me sentía inconforme, vacía y  enojada por haberme resignado a vivir así. No era un buen tiempo y no sabía cómo salir, no sabía que quería, ni a donde quería ir.

Un día de pronto entendí que nunca podría ser feliz, si seguía aferrándome a la idea de cumplir con las expectativas que otras personas tenían sobre mi, desviviéndome por no ser juzgada, por ser aceptada, por cumplir lo que todos esperaban de mí, incluso cuando esto no me gustara, incluso cuando esto no me hacia feliz.  Me conforme con amistades falsas, con amores a medias y perdone ofensas que en el fondo fuertemente me dañaban.

Y ese mismo día me prometí que nunca más volvería a vivir así, aferrándome a  los dolores de  pasado, a eso que tanto me hacía sufrir; decidí dejar de auto criticarme, de juzgarme, decidí que era momento de aceptarme tal cual soy, así imperfecta, distraída,  con miedos que tantas veces me dominan, decidí que es momento de quererme, de amarme, de atreverme a ser feliz; pero feliz por mí, sin presiones, ni imposiciones, dispuesta a dar lo mejor de mí con el fin único de superarme, con el fin único de enamorarme de mi.

Entendí que para poder avanzar, es necesario perdonar, cerrar ciclos que nos anclan, que nos impiden prosperar. Decidí hacer una limpieza de emociones, alejarme de personas toxicas que me hacían mal, decidí comenzar de cero, convertirme en una mujer nueva, de esas que no tienen miedo, que se aferran con fuerza a sus sueños, a sus ideas, y al fin pude liberarme del que dirán

Y es que debemos entender que el peor de los verdugos, somos casi siempre nosotros mismos, pues nos convertimos en  los más crueles críticos; nos negamos a aceptar nuestros talentos, nuestras múltiples capacidades.



Así que decidí reiniciar mi mente.
Me mentalice para entender que soy talentosa, que hay muchas cosas que se me dan bien…

Comenzar de nuevo fue una gran decisión y borrar los errores del pasado una gran elección. Por fin puedo mirarme al espejo y aceptarme tal cual soy, ya no tengo miedo de decir lo que pienso, por fin me  he atrevido a pedirme perdón…

Ya no soy la misma, ahora soy una versión mejor,  soy esa que tiene ganas de comerse al mundo, la que elige ser feliz, la que sonríe por tener la conciencia limpia y por ser libre de corazón.

No ha sido fácil, pero por fin estoy en paz conmigo misma, por fin he aprendido a ser  feliz con lo que tengo y con lo que soy.



© Yngrid
Caracas, Marzo 12 de 2016

marzo 05, 2016

Resurgir distinta, pero completa...

Se dice en la mitología que El Ave Fénix era un ave del tamaño de un águila, con plumaje de color rojo, anaranjado y amarillo incandescente,  como si estuviera rodeado de fuego, de fuertes garras y pico. Según cuenta la historia, esta ave se consumía en fuego cada 500 años y de sus cenizas volvía a nacer.

La expresión “renacer de las cenizas como el Ave Fénix” me sugiere la belleza de algo o alguien que parecía marchito en algún sentido, resurge de nuevo con todo su esplendor.
Lo que acabo de describir, ahora en psicología se llama resiliencia. Es esa capacidad de resistencia psicológica ante las adversidades; y a la capacidad de sobreponerse a ellas, e incluso usar estas adversidades para ser más fuertes.
He visto “muertes” y “nacimientos”, resurecciones e inrresurecciones, pero si algo me llama la atención, es esa manifestación que tenemos todos los seres humanos del Fénix; esa capacidad de morir y renacer de nuestras cenizas, la capacidad de salir adelante, de salir de esos huecos profundos y oscuros que cualquiera de nosotros en algún momento pudiese haber caído. No hablo de morir físicamente, sino más bien la capacidad del alma humana de superarse a sí misma y de brillar cuando la oscuridad nos rodea.
Y es que no nacemos una vez en la vida, renacemos cada día al levantarnos frente a la vida, renacemos después de un gran dolor, renacemos cuando damos fin a una etapa de la vida para empezar de nuevo, renacemos cuando nunca nos damos por vencidos, renacemos desde el dolor muchas veces para volver a vivir, renacemos cada día que decidimos enfrentar con coraje y valentía.
Yo creo que todos, absolutamente todos alguna vez en la vida, hemos pasado por situaciones dolorosas, hemos vivido la “noche oscura del alma”…
Pero si somos analíticos y recordamos “esos momentos”, comprobaremos que, en ocasiones, esas difíciles circunstancias han tenido en nosotros una repercusión curiosa; ha sido un momento de evolución, renovación y de tomar un nuevo rumbo.
Aunque doloroso, a veces es necesario bajar a las “zonas oscuras” para reencuadrar situaciones y buscar partes perdidas de nosotros mismos; es así como aprendemos a enfrentarnos a nuestros propios miedos e incluso a la muerte. Como ya dije, no me refiero a la muerte física, sino a las pérdidas o muertes simbólicas que existen en el proceso vital de todo ser humano.
Más de alguna vez hemos escuchado a personas hablar de experiencias difíciles (una enfermedad, un accidente, un despido laboral, un divorcio o desamor) que nos cuentan cómo ese contratiempo vital fue lo mejor que les pudo haber sucedido en la vida. Ellas han asumido, aceptado, aprendido y resurgido de esas situaciones con otra perspectiva, con otra fuerza.
Pues al igual, todos somos Fénix que morimos y renacemos, así como nace el día y muere la noche, que a su vez nace la noche y muere con el nacimiento del día. Así mismo es el aprendizaje del alma, iniciamos ciclos, aprendemos y cerramos ese ciclo con todas las experiencias que adquirimos. Dando al mismo tiempo paso a un nuevo ciclo, a cosas nuevas.
 ¿Para qué volver a comenzar?
Sin ese ímpetu, sin esa sensación de recuperación, no seríamos nada. Sólo un comienzo y un fin, y ahí acabaría todo. Porque es precisamente ese volver a empezar que nos hace humanos, porque nos impulsa a ir siempre por más.
Aunque lamentablemente muchos no lo logran. Y debe ser muy duro llegar a ese punto y sentir que nada ni nadie nos puede salvar de ese abismo. Este tipo de personas responden con resentimiento hacia la vida, dejan atrás sus valores, no trabajan en sanar sus heridas emocionales y se convierten en seres humanos espinados que hieren a todo el que les pasa por delante. Algunos simplemente abandonan sus propósitos y se convierten en personas conformistas, mediocres y llenas de amargura.
Por eso empezamos una y otra vez, para no morir, para no estar o sentirnos derrotados, pero sobre todo, para demostrarnos a nosotros mismos que podemos; y que siempre hay algo por lo que vale la pena vivir, aunque a veces ni cuenta nos demos de eso.
Aprender a dar la bienvenida a los cambios

En lugar de aferrarnos al pasado, a lo que ya no existe, deberíamos aprender a dar la bienvenida a los cambios: aprender a renunciar a un estilo de vida, una relación, una amistad, una idea, un comportamiento; pues “sólo una copa vacía puede ser llenada de nuevo”. Todo eso que perdemos da lugar a un nuevo, prepara el camino a lo que vendrá, que generalmente, suele ser mucho mejor y más apropiado para nuestro presente.
Sí alguien se va de tu vida, despídelo y dale las gracias por todo lo que aportó a ella y luego, déjalo ir. En lugar de sufrir por lo que se va, prepárate para lo que viene. Muchas veces el dolor no nos permite agradecer a esas personas o situaciones que hoy dejan de estar presentes, acostúmbrate a dar las gracias (es una buena forma de liberarte), porque te están dejando el asiento libre para algo o alguien mejor, con ello abrimos las puertas a otras posibilidades, otras oportunidades, a otros más variados destinos.
No hay que temer a las “pérdidas”, pues son rehabilitaciones vitales para que podamos reorganizar nuestra vida. Nada es para siempre, ni siquiera nosotros mismos. Renacer es hermoso, trae consigo salvia nueva con la que aderezar nuestras vivencias.
Dejemos de sufrir de más por todos los “no” que recibamos, por todos los desplantes, los desprecios y todos los “despidos existenciales”, pues para evolucionar y resurgir con más fuerza, primero hay que descender a las obscuridades de uno mismo y rescatar de lo más profundo la luz más brillante, una nueva luz que nos sirva de guía para ver con discernimiento, todo lo que nos suceda desde ese instante en adelante.
En cierta manera, debes conducir tu destino y no que él se empeñe en conducirte a ti. ¿Eso implica ir contra corriente? Puede ser, pero sin desafíos no hay cambios y sin cambios no hay recompensas… Y sin recompensas no hay felicidad.
Tan abajo se puede caer, como tan arriba se puede subir. El dolor mañana pasará, y sólo queda el placer de la redención. Trabaja siempre por todo eso que quieres, sin prisa pero sin pausa, y algún día, verás que en las ruinas de tu aparente decadencia, se esconde la nueva carne que ahora te hará disfrutar por el sufrimiento que te cobró ayer.

© Yngrid
Caracas, Marzo 5 de 2016