julio 19, 2015

Nadie te ofende, son tus expectativas


Las personas se pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo.
¡Nadie, nunca jamás te ha ofendido!
Son tus expectativas de lo que esperabas de esas personas, las que te hieren. Y las expectativas tu las creas con tus pensamientos. No son reales. Son imaginarias.
Si tu esperabas que tus padres te dieran mas amor, y no te lo dieron, no tienes porque sentirte ofendido. Son tus expectativas de lo que un padre ideal debió hacer contigo, las que fueron violadas.
Y tus ideas son las que te lastiman.
Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal y cual forma y no lo hizo… Tu pareja no te ha hecho nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren. Nuevamente, eso está en tu imaginación.
¿Enojado con Dios? Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende y daña a nadie.
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una, el hábito se desarma. El hábito de sentirte ofendido por lo que te hacen otros (en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las ofensas.
Cuando nacemos, somos auténticos. Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la escuela y la sociedad nos enseñan.
Y crean una novela falsa de como deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y como deben de actuar los demás. Una novela que no tiene nada que ver con la realidad.
También, las otras personas son criaturas de inventario. A lo largo de su vida, coleccionan experiencias: padres, amigos, parejas, etc. y las almacenan en su inventario interior.
Las experiencias negativas dejan una huella mas profunda en nosotros que las positivas.
Y cuando una persona es maltratada (por NO haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella) por alguien, deja esa experiencia en su inventario. Cuando conoce a otro alguien, tiene miedo. Y trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que la que le hirieron, o sea que se predispone.
Saca una experiencia de su inventario negativo. Se pone los lentes de esa experiencia y ve a las nuevas personas y experiencias de su vida, con esos lentes, obviamente lo que teme lo provoca.
¿Resultado? Se duplican los mismos problemas y las mismas experiencias negativas.
Y el inventario negativo sigue creciendo. En realidad lo que hace es que te estorba. No te deja ser feliz. Y a medida que se avanza en años, se es menos feliz. Es porque el inventario negativo aumenta año con año.
Una de las mayores fuentes de ofensas, es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice no, creas resentimientos por partida doble. Primero, te sientes ofendido porque no hizo lo que querías.
Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es.
Y es un círculo vicioso.
Todas las personas tienen el derecho divino de guiar su vida como les plazca.
Aprenderán de sus errores por si mismos. Déjalos ser.
Además recuerda también, que nadie te pertenece. Cuando los colonos americanos querían comprarles sus tierras a los Pieles Rojas, estos les contestaron: ¿Comprar nuestras tierras? ¡Si no nos pertenecen! Ni el fulgor de las aguas, ni el aire, ni nuestros hermanos los búfalos a los cuales solo cazamos para sobrevivir. Es una idea completamente desconocida para nosotros.
Ni la naturaleza, ni tus padres, ni tus hermanos, ni tus hijos, tus amigos o parejas te pertenecen. Es como el fulgor de las aguas o el aire. No los puedes comprar. No los puedes separar. No son tuyos. Sólo los puedes disfrutar como parte de la naturaleza. El cauce de un río no lo puedes atrapar. Sólo puedes meter las manos, sentir el correr de las aguas entre ellas, y dejarlo seguir.
Las personas son un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir.
Entonces ¿Hace falta perdonar?
1) Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de como deberían actuar las personas y Dios las que te hieren. Estas ideas son producto de una mascara social, que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente. Reconoce que la mayoría de las personas NUNCA van a cuadrar con esas ideas que tienes. Porque son ideas falsas.
2) Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos, SOLO SI TE LO SOLICITAN, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.
3) Nadie te pertenece. Ni tus padres, amigos y parejas. Todos formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas. Ama y deja ser.
4) Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes obscuros y te los quitas, el resultado es la limpieza de visión.
5) La perfección no existe. Ni el padre, amigo, pareja o Dios perfecto.
Es un concepto creado por la mente humana que ha un nivel intelectual puedes comprender, pero en la realidad NO EXISTE.
Porque es un concepto imaginario. Un bosque perfecto serian puros árboles, Sol rico, no bichos… ¿existe? No.
Para un pez, el mar perfecto sería aquel donde no hay depredadores ¿existe? No.
Solo a un nivel intelectual. En la realidad JAMAS VA A EXISTIR. Naturalmente, al pez solo le queda disfrutar de la realidad.
Cualquier frustración de que el mar no es como quiere que sea no tiene sentido. Deja de resistirte a que las personas no son como quieres. Acepta a las personas como el pez acepta al mar y ámalas como son.
6) Intoxícate con la vida. La vida real es más hermosa y excitante que cualquier idea que tienes del mundo. Me complacerá decírtelo por experiencia.
7) Imagina a esa persona que te ofendió en el pasado.
Imagínate que ambos están cómodamente sentados. Dile porque te ofendió. Escucha su explicación amorosa de porque lo hizo. Y perdónala.
Si un ser querido ya no está en este mundo, utiliza esta dinámica para decirle lo que quieres. Escucha su respuesta. Y dile adiós. Te dará una enorme paz.
8) A la luz del corto periodo de vida que tenemos, solo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Nuestra compañera la muerte en cualquier momento, de forma imprevista, nos puede tomar entre sus brazos. Es superfluo gastar el tiempo en pensar en las ofensas de otros. No puedes darte ese lujo.
9) Es natural pasar por un periodo de duelo al perdonar, deja que tu herida sane. Desahógate con alguien para dejar fluir el dolor.
Vuelve a leer estas reflexiones las veces que sean necesarias y deja que los conceptos empiecen a sembrar semillas de conciencia en tu interior.
Aprende con honestidad de los errores que cometiste, prométete que no lo volverás a hacer y regresa a vivir la vida.
Y como el titulo de una canción de The Beatles: LET IT BE….
Deja a las personas ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Da consejos, SOLO SI TE LO SOLICITAN, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.
Realmente si yo hubiera hecho esto muchas veces en mi vida…. me habría evitado muchos momentos malos!

© Yngrid
Caracas Julio 19, 2015

julio 13, 2015

Hay que dejar ir a quien nunca hizo nada para quedarse



“Hay que dejar ir a quien nunca hizo nada para quedarse,
a esas personas de sentimientos temporales que nos hicieron invertir tiempo e ilusiones.
Dejar ir requiere valentía, pero lejos de aceptarlo como un final, debemos verlo como el principio de algo nuevo”


¿Quién no se ha visto obligado en alguna ocasión a tener que cerrar una etapa de su vida? En ocasiones lo llaman “cerrar círculos“.
No obstante, esta idea de la circularidad más que darnos la visión de algo que se cierra con un inicio y un final, nos hace visualizar más bien una entidad que nunca termina, como una especie de eterno retorno. Debemos ver esas etapas de nuestra vida como una línea por las que avanzar, por las que fluimos a medida que crecemos.
Y para crecer, nos desprendemos de ciertas cosas, a la vez que ganamos otras. La vida es un avance imparable que nos abruma y que nos quita el aliento, y de nada nos vale quedarnos encallados en algo o alguien que nos hunde hacia abajo como la piedra que cae por un pozo.
Quien no nos reconoce, quien nos hace daño y erosiona nuestro ser, nuestra esencia como persona, está vulnerando nuestro crecimiento.
Ahora bien, puede que nos cueste darnos cuenta, que no deseemos verlo durante un tiempo, pero la infelicidad es algo que nadie puede esconder. Duele, marchita y nos apaga. Así que no lo permitas. En la vida siempre llega un momento en que es mejor soltar, dejar ir…   Hay que dejar ir hasta a quien nos abandonó.
El dejar ir, el cerrar una etapa de nuestra vida no se refiere solo a decir adiós a quien comparte vida con nosotros, en un acto de decisión o valentía.
Es posible que no seas tú quien abandona, puede que en realidad, hayas sido el abandonado. En este caso, la idea de soltar, de asumir esa ruptura y avanzar de nuevo hacia delante, es algo vital.
Debemos dejar ir a quien nos ha abandonado, porque de no hacerlo, seguiremos aferrados a un sinfín de emociones negativas que nos van a herir cada día más. Y los responsables, seremos en esta ocasión nosotros mismos.
Cerrar ese ciclo de nuestra vida en el cual existe aún el dolor desgarrador del abandono, requiere tiempo. El duelo debe vivirse, llorarse, asumirse y más tarde, aceptar lo ocurrido hasta lograr llegar al perdón. Una vez cauterizada la herida y cuando nos encontremos libres de cargas al haber podido perdonar, nos sentiremos más ligeros para dejar ir con la máxima plenitud.
Un abandono es la ruptura de un vínculo, y como tal debemos “retornar” hacia nosotros mismos.
Hasta no hace mucho dicho lazo se nutría del amor hacia esa relación. Ahora, roto ya el cordón umbilical debemos reencontrarnos, cuidarnos a nosotros mismos, atendernos para reforzar ese vínculo con nuestra autoestima para volver a mirar hacia delante, fortalecidos.
No alimentes nostalgias, no focalices tu mirada en el ayer porque el pasado ya no existe, se fue, no está… Y recuerda sobre todo que quien vive de la nostalgia no hace más que alimentar el sufrimiento, y “aferrarse” mientras idealiza un pasado, dejando que se pierda tu presente, tu oportunidad de ser feliz “aquí y ahora”.

Hay que dejar ir sin resentimientos...
Quien alimenta la rabia, el despecho y el resentimiento se vuelve prisionero de quien le hizo daño. Es así de sencillo y así de contundente. Quien te provoca la ira y focaliza todo tu desprecio, te hace ser un eterno cautivo de tus propias emociones negativas.
Perdonar no es fácil. En ocasiones asumimos que el perdón es una renuncia a nosotros mismos, que es como claudicar y vernos como víctimas. Nada más lejos de la realidad.
Para perdonar debes conseguir de nuevo tener confianza en ti mismo. Nadie es tan fuerte como la persona que es capaz de conceder el perdón a quien le hizo daño porque demuestra a su vez, que ha superado el miedo, que ya no teme al enemigo y que se siente más libre.
El desprendernos de los resentimientos y la rabia nos devuelve a nuestro estado inicial, nuestro corazón vuelve a sanarse y deja de lado esas emociones negativas. Solo entonces el acto de “dejar ir”, se convierte en algo más fácil de conseguir,  a la vez que liberador.
No inviertas tiempo en quien ya no lo merece, en quien no hizo nada para quedarse a tu lado, o en luchar por ti. Ábrele el camino y ofrécele libertad, déjalo ir. Porque no merece la pena luchar contracorriente, porque toda puerta que se cierra, es una oportunidad que se abre.


© Yngrid
Caracas, Julio 13 de 2015

julio 08, 2015

No te disculpes… de hecho, yo lo siento por ti

Seguro crees que me partes en dos, y no te culpo, hace un momento también yo lo creía...
¿Pero sabes? No tienes que disculparte por herirme, por no elegirme, por no querer luchar por lo nuestro. No hacen falta disculpas cuando realmente no las sientes… y aún más, no hacen falta las disculpas cuando a quien le estas causando un daño es a ti mismo.
No te disculpes, de hecho, yo lo siento mucho por ti. Siento enormemente que no hayas entendido que de verdad quería que esto funcionara, que de verdad estaba poniendo mi mayor empeño y estaba amándote como nunca. Lo siento por ti… porque aunque no falte, nadie te dará todo lo que yo te di, y en la forma en que lo hice.
Quizá si haya quien quiera darte consejos cuando estés triste, pero ninguna de esas personas te escuchará realmente y te aconsejará de la manera más franca  como yo lo hacía, dándote verdaderos consejos y no solo llevándote la corriente.
Siento mucho que tengas que tropezarte con mi recuerdo. Lo siento por ti, que me dejaste creyendo que te esperaría hasta que te sintieras "listo" para estar conmigo.
Las cosas ya no son como lo fueron hace unos días, ya no tengo intenciones de buscarte y mucho menos deseo que me llames… ya no. 
Sé lo que valgo y sé que es una tontería sufrir por ti. Es una tontería rebajarme al punto de esperar por alguien que no tiene sus ideas claras, que no sabe lo que quiere y seguro cuando lo sepa será tarde.
Así que, no hacen falta tus disculpas, no te preocupes. 
Aquí no fuiste tú quien me partió el alma… fui yo misma. Yo misma me devalué y tomé el lugar de la que podías escoger, a la que podías mandar un mensaje diciendo "Te amo" mientras crees que te enamorabas de alguien más. Qué tontería! ¿No crees?
No me pidas disculpas, esas debes pedírtelas tú mismo. Así como yo debo pedirme disculpas a mí… por creer que eras tú quien me rompía, que eras tú quien me ponía mal y pensar tontamente que también eras tú quien podría ponerme bien.
Sé que llegará el día en que vas a extrañarme y desearás besar mis labios, tomar mis manos, verte en mi ojos y decir "Te amo"; evidentemente para ese entonces te sentirás mal, porque de nuevo no nos pusimos de acuerdo para amarnos y es entonces cuando más necesitarás pedirte disculpas a ti.
Lo siento por ti, por que estas en los brazos equivocados. Lo siento por ti, que sabes muy bien lo mucho que marqué tu vida y aun así me dejaste fuera con la idea de que ya no había más por hacer. 
No, no hacen falta las disculpas forzadas y el falso arrepentimiento. 
No hace falta que digas que no me querías herir, cuando realmente ni siquiera cuidaste tus acciones para hacerme entender que no me necesitas.
Lo siento mucho por ti, amor de mi vida, que dejas ir tan fácil la oportunidad de una vida a mi lado. Siento mucho que nadie vaya a besarte ni darte caricias como lo hacía yo. 
Siento mucho que algún día pienses cómo hubiese sido, y te des cuenta que es a mí a quien amas.
Lo siento por ti, que tan fácil me dejas ir. Lo siento mucho, mucho por ti, de verdad… siento que no hayas tenido el valor para poner lo mejor de ti, y que probablemente, eso te perfore la conciencia algún día y para siempre.

Así que, no te disculpes… de hecho, yo lo siento por ti.

© Yngrid
Julio 8, 2015

julio 03, 2015

¿Qué pasa cuando termina una relación “sin saber por qué”?



Hay muchos tipos de finales: unos que nunca llegan, otros que se repiten: finales con nuevos comienzos; comienzos con finales escritos, hay finales felices y otras veces difíciles, y los hay también de los que llegan sin avisar, sin una explicación, sin que te dé tiempo a decir adiós. Este último quizás sea el más desleal, egoísta y doloroso; en el que el silencio es la última palabra y tu imaginación la única conocedora de una explicación.
Las mejores cosas suelen llegar a nuestra vida por “casualidad” (o mejor dicho por “causalidad”), sin buscarlas. Las bienvenidas siempre son casuales y rara vez buscamos una explicación, nos conformamos con creer que ha sido cosa del destino o pura coincidencia. Pero cuando alguien se va, cuando llega la despedida, necesitamos verla, escucharla y sentirla para creerla, pero, sobre todo, necesitamos entenderla. Y es el ¿por qué? la pregunta cuya respuesta buscamos sin cesar, convirtiéndola en la única salida, en el único camino posible para seguir avanzando sin mirar atrás.
Hay personas que son capaces de matarte con sus silencios, te entierran sin epitafio, te dejan si un adiós, ni siquiera un “lo siento, ya no te amo” o “no fuiste lo que esperaba”, o simplemente un esto ya no puede continuar. Pero, si hubo algo bonito ¿por qué estropearlo con un final tan absurdo? Por qué terminar todo así, a lo cobarde, con lo fácil que es decir “he sido feliz”, pero se acabo.
Todos sabemos que todo principio tiene un final, que es importante saber reconocer el momento de acabar algo que ya no aporta valor a tu vida, que ya hemos dado cuanto podíamos dar, que hemos aprendido lo necesario y que el punto final es inevitable, pero lo que nadie merece es un final así, lleno de silencios. El hecho de una “despedida sin explicar por qué” es una actitud agresiva y fundamentada en el temor, ya que generalmente las explicaciones en medio de un estado de desorden emocional no suelen ser positivas, y además el que se marcha no quiere que lo detengan.
Es verdad que tenemos la mala costumbre de siempre querer apalabrar lo evidente, buscamos siempre explicaciones racionales, pero cuando somos capaces de ver más allá de lo evidente, nos damos cuenta que hay señales que anuncian una despedida. Dicen por ahí que hay preguntas que no tienen respuestas, pero no, eso  o es verdad, todas las tienen, pero no las queremos ver porque nos da miedo de no ser capaces de cerrar la puerta y marcharnos o dejar marchar al que se quiere ir. Muchos se hacen los ciegos a la realidad, no necesitas explicación cuando la realidad siempre la tuviste de frente… y no la aceptaste!!
El hecho de que no te den una explicación da lugar a “llenar esa incertidumbre” con pensamientos y diálogos internos, Nos da por ser abogados y fiscales. Lo culpamos y posteriormente lo defendemos, nos culpamos y nos damos cuenta de que somos inocentes y libres de cargo. Pero lo único que hay, es lo que sabes y los diálogos internos lo único que logran es hacernos daño.
El ego es otro personaje que hace su entrada triunfal a la escena, nos pide siempre una respuesta, el querer controlar todo, el buscar el por qué pasó eso, el querer forzosamente una explicación, y es que para nadie es agradable sentirse desechado así nada más.
Pero, y si te preguntas ¿qué tengo que aprender de esto? Pues es justamente esto. Que hay veces que las cosas pasan y que no necesitamos saber por qué. Claro que duele, y mucho! Y sólo con el tiempo te das cuenta que si alguien no tuvo el valor de darnos un “¿por qué?”, fue mejor que se marchara antes de incluirlo en proyectos más grande de nuestra vida en donde la falta de valor no tiene cabida.
No hay nada más bello y más respetable que una persona sincera, que no se anda con rodeos y le gusta aclarar todo, que desde un principio nos hace saber dónde estamos parados en una relación. Siempre será mejor saber con certeza qué sucedió por doloroso que sea.
Y aunque no hay adiós más triste que el que no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que el más triste de todos es el que no queremos ver. Nunca es buen momento para decir adiós, pero siempre, es necesario.
Cuando decimos y aceptamos el adiós, cerramos una puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas positivas en nuestras vidas…


© Yngrid
Caracas, Julio 3, 2015