El mundo nos rompe a todos, y luego algunos se hacen
más fuertes en las partes rotas.
Ernest Hemingway
Cuando los
japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las
grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia,
se vuelve más hermoso.
El arte
tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo
fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi. El resultado es
que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la
original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se
acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de
la pieza.
El kintsugi
añade un nuevo nivel de complejidad estética a las piezas reparadas y hace que
antiguas vasijas pegadas sean aún más valoradas que las que nunca se han roto.
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de
oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto. En
lugar de considerarse que se pierde el valor, al reparar la cerámica se crea
una sensación de una nueva vitalidad. Dicho de otra forma, el tazón se vuelve
más bello después de haber sido roto y reparado. La prueba de la fragilidad de
estos objetos y de su capacidad de recuperarse es lo que los hace bellos.
Llevemos esta
imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos
y que, a veces, lastimamos o nos lastiman. ¡Qué importante resulta el enmendar!
Qué importante entender que los vínculos lastimados y el corazón maltrecho,
pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
La idea es que
cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su
fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro:
fortaleza, servicio, virtud…
La prueba de la
imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia, la capacidad de
recuperarse, es digna de llevarse en alto.
Febrero 3 de 2016
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