abril 09, 2016

La vida es un duro equilibrio entre mantener y dejar ir...

Ganar, perder, reír, llorar, abrazar con emoción, cerrar los ojos en soledad... 
La vida es un ciclo que no tiene fin, que fluye, corre y que se nos escapa de las manos por mucho que nos esforcemos en retenerla.

La vida es un duro equilibrio entre mantener y dejar ir, una ley que nadie nos enseñó y para la que no nos han preparado, y que sin embargo, vamos aprendiendo con el tiempo calladamente.

Recordaremos sin duda a aquellos amigos que se fueron a vivir a otras ciudades y que nunca volvimos a ver, y también, que la muerte de algunos familiares o incluso nuestras mascotas, estableció una dolorosa separación que nunca pudimos entender...




El dolor de la pérdida es en realidad, el valor y todo el amor actual que dirigimos a aquello que nos envuelve.
Nadie llora por ejemplo, por algo que no ama, nadie siente el vacío de algo que antes no ha tenido en su interior. Así pues, en este equilibrio vital que establece la vida, es necesario que sepamos reconocer  primero todo aquello que es valioso para nosotros.

Ninguno de nosotros sabemos lo extensa o fugaz que es nuestra vida, o incluso la de los demás. 
Así que, si aprendemos a disfrutar más del presente y del aquí y ahora?
En ocasiones cuesta, hay veces que nos vemos nublados por las preocupaciones, por las obligaciones, fijamos nuestra vista en el pasado y nuestras expectativas en el futuro, desplazando el presente como si no existiera. Como si no te estuviese abrazando en este mismo instante.

Las personas en ocasiones somos criaturas enfermas de nostalgia, es más, según nos dicen numerosos psiquiatras, el cerebro humano pasa gran parte de su tiempo evocando recuerdos, y lo que es peor, hay quien cae en esos pensamientos obsesivos que nos anclan ciegamente en ese fracaso del ayer, en ese error del pasado.

En ocasiones asociamos la idea de dejar ir a tener que aceptar un fracaso emocional o una pérdida personal, cuando en realidad, las personas practicamos este concepto a lo largo de toda nuestra vida. 
El niño que fuimos tuvo que desafiar al adolescente que pedía más derechos, más libertades. El adulto, entendió después que no todo son libertades, que también existen responsabilidades.


La persona que éramos hace dos años, ya no será seguramente igual a la que hoy ves cada día en el espejo. El aprendizaje vital, emocional y la simple cotidianidad te ha hecho desprenderte de cosas y asumir conceptos nuevos. 
Como ves, todos nosotros dejamos ir pequeñas cosas cada día. No obstante, las más grandes son siempre las más dolorosas. ¿Cómo dejar ir, por ejemplo, de nuestra mente y nuestro corazón a esa persona que antes llenaba todo nuestro universo?  
Hay vacíos que duelen y enferman, huecos en los que nos podemos perder si no somos capaces de desprendernos de eso que causa más dolor que beneficio.

Caracas, Abril 9 de 2016

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